Después de las derrotas en Chubut, Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe, la hegemonía de Cristina ya no parece tan intocable.
El ballotage tendrá su suspenso. Los jóvenes K empiezan a inquietarse, como Rossi y sus jóvenes ayer en Rosario, donde hicieron una elección lamentable y pasaron a ser la tercera fuerza provincial. Del Sel, un tipo que es actor y sólo se dedicó a hablar de modo honesto, simple y directo con los vecinos santafesinos, en sólo unos meses de trabajo le sacó quince puntos de ventaja al PJ santafesino.
Mientras los K siguen negando la inflación, la manipulación del INDEC, los desfalcos que hacen en la CGT y la AFA, la corrupción que inunda la obra pública con Jaime, De Vido a la cabeza, y mientras los ultra K insultan y descalifican a todos los que se le oponen a su pensamiento único y totalitario, surgen dos candidatos con chances de inquietar en segunda vuelta a la Presidenta.
Por un lado, Ricardo Raúl Alfonsín, la opción radical, hijo del 'padre de la democracia', el ex presidente Alfonsín. Después de las feroces internas con Sanz y Cobos, toda la UCR parece finalmente alineada detrás del tapado Ricardito. El problema es que el hijo del ex presidente no puede articular más de cuatro frases juntas y que la única experiencia de gestión que tuvo en su vida es la herencia de los terrenos que el padre dejó en Chascomús. Alfonsín hijo no se decidió a entrar a la política hasta que murió el padre, cuando repentinamente sintió algo así como un llamado divino pero en versión laico-radical.
Y además, por último pero no menos importante, está el fantasma de la Alianza, uno de los peores gobiernos de la historia (después de las dictaduras, por supuesto), que nos llevó al peor descalabro nacional y al borde del anarquismo.
Justamente, del otro lado, subiendo poco a poco en las encuestas, está el ex presidente Duhalde, que fue quien nos sacó del abismo socio-económico y a la anomia política en la que nos había dejado la santa Alianza de Chupete, la UCR y el Frepaso (para los que no saben lo que fue la crisis del 2001 véase la crisis Griega, ya que en todo el mundo son comparadas por sus notables similitudes).
Duhalde, aunque muchos peronistas o socialistas o troskistas o evitistas K lo nieguen, fue quien se jugó por la pesificación y creó el Ministerio de Producción cuando muchas voces -en especial de derecha- apostaban por la dolarización, para beneficiar a los grandes grupos económicos y condenar al pueblo a la miseria (véase la economía casi herida de muerte de Ecuador, que optó por la dolarización). Duhalde, mal que les pese a los jóvenes y viejos K, y a las muchachas y señoras Cristinistas, fue quien devolvió la institucionalidad al país, la seguridad jurídica y la estabilidad económico-financiera. Duhalde y el ministro de economía que eligió en el momento más difícil del país, el doctor Lavagna. En ese momento, Ricardito, tomándose un café en un comité de Barrio Norte, cerca del edípico depto paterno, con secreta admiración, lo miraba por TV.